Nuestro momento histórico está marcado por la economía, no en un sentido monetario, sino en un sentido universal dentro de la producción humana. Economizar tal vez sea una palabra más adecuada a lo que me refiero.
El arquitecto y muralista mexicano Juan O’gorman nos ilustra cómo es que desde principios de la segunda mitad del siglo pasado (cuando el desarrollo su trabajo) la concepción de una construcción se podía resumir a cuentas sumamente triviales, puesto que la ingeniera moderna del silgo XX, heredera de la Bauhaus Alemana, había desarrollado una producción sumamente efectiva de los materiales y su distribución. Cómo recibir un paquete de Lego con instructivo para juntar las piezas de un rascacielos.
O’gorman señala que el gran debate dentro de la arquitectura moderna no es cómo conseguir los recursos, sino cómo distribuirlos para que estos no acorralen al arquitecto a una solución automática en donde la construcción pierda su significado espiritual (artístico, estético) en aras de llegar a un resultado “más barato”.
Esto viene al caso, ya que la ingeniera ya no sólo es industrial, sino que se ha vuelto informática.
Así como un terreno vacío, virgen, puede convertirse, gracias a la agilidad de proveer y conseguir los materiales necesarios, en un hogar, un taller o un gran centro de negocios en pocas semanas (sino es que en pocos días) toda la información que involucre a este proyecto puede almacenarse en un dispositivo portátil que mide poco más que un teléfono celular. Y no solo eso, sino que esa misma información puede ser reproducible sin pérdida ni distorsión alguna a lo largo del mundo, claro, sólo si se es lo suficientemente organizado.
Este nuevo alcance a la materia y a la no – materia. Al producto material e intelectual en nuestra cultura se ha explotado con una ingratitud que no merece y que estaremos por pagar a nivel plantario (sino es que ya lo estamos pagando).
Es mucho más fácil conseguir una lata de refresco que un vaso fresco de agua proveniente de su fuente natural. Nuestra cultura consume productos que reparte la industria y los individuos. Productos siempre nuevos y baratos, desechables, que no importan para un futuro a largo plazo.
El resultado de esto es, como lo ilustra Slavoj Ziziek, ver como la mierda desaparece al jalar de la palanca del retrete, y luego, ya no esta mas. Pero la mierda se va a algún lado, y se acumula. Eventualmente su almacén será tan extenso e incontrolable que acabará por sobrepasarnos. Lo mismo sucede con el consumo informático, de hecho es aquí donde el impacto es más obvio puesto que no hay palanca que jalar, o al menos no se tiene la costumbre preveniente de la necesidad de ir al retrete dentro de la computadora. No hace falta mas que entrar al equipo de un usuario desordenado y observar la cantidad de archivos que se encuentran regados por todo el sistema. Información que ni él mismo podrá obtener (como persona) puesto que seguramente ya lo habrá sobrepasado.
Dicho esto, concluyo que si la multimedia ha de agregarse como una herramienta para la creación de imágenes, que sean estas realmente valiosas, un pequeño reflejo bien cuidado (cultivado) de lo que es valioso en la vida humana. Por lo que si ha de ser información pura (no – atómica) que sea valiosa (autentica, rica, en movimiento) y si se ha de imprimir, que no sea en un pequeño papel desechable, sino a la factura de lo antiguos maestros grabadores, y ¿por qué no? Que se mezcle con la gráfica tradicional.
Estas son mis dos intenciones dentro de este curso, y estas la herramientas que me interesan:
Gráfica y animación.